El Mercedes Clase G es uno de esos coches reconocidos y deseados en cualquier parte del mundo, además de todo un icono del automóvil. La primera generación apareció hace justo ahora 45 años, en 1979, y se creó pensando en un uso militar y de obra civil. Tenía que ser robusto, resistente y con las mejores aptitudes offroad posibles. Pronto se comercializó al público.
Ahora tenemos el Clase G de Mercedes con denominación interna 465, la nueva entrega del todoterreno más puro y a la vez lujoso del mundo. Aunque por fuera siga manteniendo su identidad clásica con tan pocos cambios, a nivel tecnológico trae notables e importantes novedades. Sin ir más lejos, incluso tenemos ante nosotros el primer Mercedes Clase G eléctrico, el cual ya hemos podido probar.
Como decíamos, las formas cuadradas del Mercedes Clase G siguen totalmente presentes, aunque con cambios para mejorar detalles como la visibilidad y el aislamiento acústico. Por ejemplo, los pilares delanteros son más finos -pero no por ello menos resistentes- y en la parte superior del parabrisas tiene un pequeño labio aerodinámico que reduce los ruidos en el habitáculo.
Precisamente ese diseño tan robusto y cuadrado del exterior, que impone una barbaridad cuando lo ves por el espejo retrovisor, hace que sea considerado ya casi un objeto de culto. Se han actualizado la parrilla, los paragolpes y se ha reubicado la cámara. Las versiones eléctricas se diferencian principalmente de las térmicas por la forma de la parrilla, por el capó más elevado y porque la caja trasera es cuadrada ya que no lleva la rueda de repuesto, sino los cables de carga. Opcionalmente se puede pedir también la rueda de repuesto.
Más importante que eso es repasar los ángulos y cotas de la carrocería para hacer todoterreno. Tenemos un ángulo de entrada de 32 grados, ventral de 20,3 y 30,7 de salida, con una capacidad de vadeo de 850 mm y unas inclinaciones máximas laterales de 35 grados. La altura libre al suelo es de 250 mm. En el caso de la versión térmica gana capacidades en el ángulo ventral (25,6 grados) pero pierde capacidad de vadeo (700 mm) y ángulo de entrada (30,6 grados).
Dentro las principales novedades del Mercedes Clase G vienen dadas por un volante multifunción actualizado, aunque a mí no me gusta demasiado por llevar mandos táctiles. El apartado multimedia también mejora, con el sistema MBUX de última generación. En el centro de la consola tenemos los mandos de bloqueos para los diferenciales y un modo específico en el caso de las versiones eléctricas.
Lo cierto es que el nivel de calidad del habitáculo resulta chocante en un coche de tan altas capacidades fuera del asfalto y aspecto tan rudo en el exterior. Los asientos son realmente cómodos y tienen un tapizado fantástico, contando con ajustes eléctricos, ventilación, calefacción y masaje. El tapizado del techo, de los pilares y de algunos paneles de las puertas también es verdadera agradable.
Sin embargo, y pese a que es un coche tan grande, la sensación de amplitud del habitáculo no es nada del otro mundo. Por altura hay bastante margen, pero no destaca en espacio para las piernas en las plazas traseras. Ojo, no digo que sea pequeño, solo que no es tan amplio como se podría esperar de un coche de 4,62 metros. El maletero tampoco es enorme, con poco más de 450 litros hasta la bandeja.
La nueva versión eléctrica utiliza una batería de 116 kWh de capacidad, es decir, es enorme. Puede cargar a 200 kW de potencia en corriente continua y le otorga una autonomía homologada de 462 kilómetros, que a decir verdad se reducirá notablemente al viajar por autopista.
Dicha batería se encarga de alimentar a nada menos que cuatro motores síncronos, uno por cada rueda. La electrónica es capaz de distribuir convenientemente el par que llega a cada rueda. En cuanto a las prestaciones, hablamos de una potencia total de 587 CV, un 0 a 100 km/h en 4,7 segundos y una velocidad punta de 180 km/h.
Durante esta primera toma de contacto realizada hemos podido comprobar que el Mercedes Clase G eléctrico puede robar muchas ventas a las versiones térmicas. Por el uso habitual de estos coches, con los que pocos clientes viajan, puede tener bastante lógica. Comparando, el G 580 eléctrico Edition One, con un equipamiento muy completo, cuesta algo menos de 200.000 euros, mientras que el G 63 AMG parte de los 230.000 euros.
En conducción por asfalto los 587 CV están ahí en todo momento, con una respuesta contundente que será más o menos suave en función del modo de conducción seleccionado y de lo bruscos que seamos con el pie derecho. Pero lo cierto es que las aceleraciones no tienen absolutamente nada que envidiar a las de la mítica versión AMG.
Lógicamente al trazar curvas a buen ritmo no tenemos la precisión de dirección ni sensación de aplomo de otros coches de la casa alemana, pero a velocidades normales no se siente excesivamente torpe. Eso sí, llevamos 3.085 kilos, algo que siempre es importante tener en cuenta por si tenemos que hacer una maniobra evasiva, por ejemplo. Es un coche muy pesado.
Donde realmente ha sorprendido este coche ha sido fuera del asfalto, en terrenos complicados. Las capacidades offroad están fuera de cualquier duda por cotas inferiores, por potencia y por tracción, con un sistema eléctrico que gracias a contar con un motor en cada rueda genera una motricidad digna de elogio.
Resulta realmente sencillo, incluso para conductores con muy poca experiencia en campo, sortear obstáculos que visualmente parecen bastante complicados. El Mercedes Clase G no sólo los supera, sino que lo hace cómodamente, con pocas sacudidas, sin ruidos, sin golpeteos o sin movimientos bruscos de la suspensión ni generados por el sistema de tracción. Todo ello, apoyándose en una electrónica realmente completa que permite mantener todo bajo control.
También tuvimos tiempo de ponernos al volante del Mercedes-AMG G 63, uno de los coches más míticos del mundo y también uno de los preferidos por los famosos de todo el planeta. Según nos comentaban los responsables de Mercedes, la versión AMG 63 es la más vendida de todas en este modelo.
Su motor V8 de 4.0 litros genera 585 CV, los cuales son entregados a las cuatro ruedas pasando antes por una caja de cambios automática de 9 marchas. Ahora cuenta con un sistema de hibridación ligera a 48 voltios, lo que le permite obtener el distintivo medioambiental Eco. Ese pequeño apoyo eléctrico genera 20 CV y 200 Nm en momentos puntuales.
Ponerse al volante de este coche es una experiencia muy recomendable. La combinación de sensación de empuje, el sonido del motor con los escapes laterales, la altura a la que vamos sentados y la forma tan vertical del parabrisas resulta realmente llamativo. Todo ello, quedándonos pegados al respaldo en cada acelerón.
Menos confianza da atacar curvas a buen ritmo con él, aunque más que con la versión eléctrica. Las suspensiones más firmes y una mayor precisión de dirección dan un poco más de confianza, pero sigue sin ser precisamente el punto fuerte de este coche. A nivel de frenado, se muestra suficientemente estable cuando apretamos el freno con todas nuestras fuerzas en asfalto.
Imágenes | Mercedes-Benz
Fuente de este artículo: Todo-Terreno – Actualidad Motor
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